El juego simbólico forma una parte importante del desarrollo de nuestros infantiles, siendo un recurso que les permite practicar de la forma más natural para ellos, que es el juego. De esta forma, interiorizan acciones y destrezas necesarias en el día a día.
Según Piaget, el juego simbólico consiste en que el niño es capaz de combinar hechos reales e imaginarios, recreando situaciones ficticias como si estuvieran pasando realmente. Ellos se convierten en personajes y los objetos cobran vida a su imaginación.
Los beneficios del juego simbólico varían en función del momento evolutivo en el que se encuentren. En sus primeras etapas, el objetivo fundamental es el de asimilar el mundo que les rodea. El disfrute viene acompañado por el simple hecho de hacer, siendo la repetición un factor decisivo para el desarrollo.
Lo más característico de la siguiente etapa es el desarrollo de su lenguaje, siendo su entorno más cercano el referente para los modelos de comunicación. Más adelante, y unido a la evolución del lenguaje, se desarrolla la imaginación y creatividad: empiezan a jugar a ser héroes y heroínas, a médicos, a dragones… La imaginación no tiene límites.
Poco a poco, a la vez que el juego evoluciona, van desarrollando hábitos de cooperación con los de su misma edad, siendo un juego más constructivo, ayudándose mutuamente y mejorando sus habilidades sociales. ¿A que es interesante?