Habitualmente vemos a los niños y niñas realizar puzzles pero, ¿sabemos lo que ello nos aporta? Favorecen la concentración y la memoria visual, además de estimular la habilidad espacial y matemática y el desarrollo psicomotriz. Por otra parte, estimula la relajación ya que supone una dedicación de un tiempo determinado para únicamente esa tarea, lo que implica fijarse bien en los detalles que ofrecen y dedicar su atención a ello.
Es adecuado graduar la dificultad de los puzles ya que en cada momento del desarrollo se precisa practicarlos de diferente forma dando respuesta así a las necesidades y habilidades que adquieren en cada momento. Hasta los dos años, se recomiendan los cubos de rompecabezas, teniendo como finalidad la capacidad de hacer la pinza y mejorar la coordinación óculo-manual. En el tránsito de dos a tres años, los puzzles de formas, personajes favoritos o animales les crean interés y verlos hechos les proporciona una guía para hacerlo de nuevo. A partir de los 4 años, los puzles pueden además de ser de los temas ya mencionados, de temas relacionados con números o letras de manera que aporten información que proporcione después un aprendizaje significativo. La dificultad de los mismos irá haciéndose mayor a medida que van creciendo y por tanto su desarrollo va avanzando.