Vivimos tiempos difíciles y convulsos a nivel mundial, y la psicomotricidad vivencial ha tenido que adaptarse como todas las otras materias. El paradigma de la educación tradicional presencial se vio abocado a ajustarse “con calzador” a una nueva realidad: la educación virtual, donde tanto los educadores, los padres y los equipos directivos tuvieron que ajustarse a la nueva realidad mundial para dar respuesta a unos niños y niñas desubicados.
Algo que ha sacado a relucir lo mejor y lo peor de nosotros mismos (como educadores y como padres y madres), era un cambio de paradigma donde no había libro de instrucciones, sin referencias previas y donde no estábamos acostumbrados a usar las nuevas tecnologías de esta manera masiva y constante y muchos menos en el campo de la psicomotricidad. Pero gracias al esfuerzo, dedicación, y en muchos casos a altas dosis de paciencia e ingenio, se pudo llevar a cabo. Padres, madres y educadores de CALASANZ pudimos dar respuesta a unos niños y niñas que suficiente tenían con asumir que no podían salir de casa ni estar con amiguitos y amiguitas, jugar en el parque, celebrar cumpleaños o ver a sus seres queridos.
Tuvimos que pasar de una psicomotricidad vivencial donde el niño maduraba a través del juego y las interacciones con sus iguales a una psicomotricidad virtual mucho más dirigida, menos espontánea, y por supuesto sin contacto físico con sus iguales. Entendemos la psicomotricidad vivencial como una metodología donde los niños y niñas necesitan expresar todo lo que todas las emociones con las que conviven, en un marco de contención y seguridad.
En la sala de psicomotricidad no hay una linealidad: saltan, gritan, corren, hacen volteretas, juegan solos y con sus compañeros, se enfadan y resuelven conflictos, lloran y se recomponen, superan miedos que les ayudan a enfrentarse a sus propias inseguridades. Cada acción surge de lo más profundo de su ser, respondiendo a su necesidad natural de “jugar” su “yo”, que es su propia identidad, en un espacio (sala de psicomotricidad), con un material y un marco específico y con un adulto de referencia disponible y que entiende esa realidad psíquica, emocional y corporal del niño y de la niña y desde donde les acompaña a gestionar toda su expresión.
Con la pandemia vino el confinamiento domiciliario, el mundo se paró y nos quedamos en casa. Al principio todo era una incertidumbre pero lo que teníamos claro en CALASANZ era que había que encontrar caminos, tomar ritmo e implementar herramientas. Dadas las cartas de la baraja, la apuesta por el “teletrabajo educativo” era la única maniobra accesible.
Respecto a la psicomotricidad tengo que reconocer que ha sido una de las áreas más afectada, perder el marco presencial y la “espontaneidad instintiva” donde el niño juega a sus vivencias en relación iba a ser notable. Este nuevo paradigma dio paso a una psicomotricidad guiada, virtual, con ejercicios diarios para los niños y niñas que los padres debían facilitar por los requerimientos técnicos e incluso acompañarles en movimiento en algunas propuestas. En CALASANZ ha sido un verdadero reto para nuestro alumnado en las distintas propuestas diarias (meditación, de motricidad fina/gruesa, equilibrios/desequilibrios, circuitos corporales, de expresión creativa, plástica y emocional…) CALASANZ, en la persona del terapeuta psicomotriz Ricardo, Aprovecha estas líneas para agradecer la colaboración y la paciencia, y lo decimos desde la seguridad de ser sumamente liberador y segurizante para un niño o niña tener familias así a su lado y participando de los ejercicios. Gracias a ellas han aprendido, que está bien expresar su energía, su cuerpo y sus emociones.
Este compartir facilita las comunicaciones vinculares, reactiva circuitos neuronales que no suelen activarse en la vida diaria y genera un clima de confianza y seguridad para ambos. Gracias al trabajo coordinado se ha podido trasladar a los hogares esta visión integradora.
Los niños y las niñas aman la sala de psicomotricidad, porque precisamente es el lugar donde pueden dejar fluir su energía, su psique y su cuerpo, sabiéndose recogidas y recogidos por una figura en la que se puede confiar.
El siguiente paso, la vuelta al cole, ha incorporado las nuevas normas de interacción y restricciones, pudiendo practicar una psicomotricidad dirigida pero más abierta teniendo en cuenta otros espacios como el patio del colegio que permite las distancias y la seguridad requerida.
Volver a sentir el grito de emoción de los niños y niñas al entrar en la psikogela, las risas, las miradas, la espera, la escucha… destruir la torre de bloques derrochando energía y construir sus creaciones, ver su vitalidad y su expresión auténtica, es emocionante.
Es muy gratificante para CALASANZ poder disfrutar de ellos y con ellos en el camino de maduración e integración psicomotriz.
ESKERRIK ASKO!
Ricardo Fernández
Terapeuta Psicomotriz-ED. Infantil